lunes 17 de noviembre 2025
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OpiniónWilliam Anseume

William Anseume: Transar

Suena a palabra fea, pero para nada lo es. Si, como está comprobado, el ser humano es hombre de diálogo, por la existencia misma de la palabra y la indispensable interrelación que ella genera, pero, encima es un ser gregario que establece acuerdos mínimos de convivencia, así como de pertenecía grupal, transar es parte del día a día de todos nosotros.
Transamos con los vecinos, casi en todo momento, los acuerdos que permiten soportar las cercanías de nuestras vidas, si bien no, o no siempre, unos encima de otros, si a los costados, en frente, atrás, no tan distantes. Eso incluye las elementales normas de cortesía. Los saludos y sus modos, cercanos o lejanos, según como vaya andando la relación. Total, la mayoría del tiempo vital, si no andamos, como ahora los venezolanos de huida en huida, lo pasamos junto a ellos.
Transamos con la familia la tolerancia de existencias disímiles en medio de los parecidos en términos de crianza y relaciones humanas. En los centros educativos transamos hasta las notas, que parten de acuerdos evaluativos. Las llegadas a los salones, las fechas de entregas, los títulos, las áreas de estudio, la llamada prosecución. De transacciones está repleta la vinculación con la pareja. Desde las iniciales picadas de ojos hasta el lado de la cama que se usa o los tonos de las voces, resultan elementales puestas de acuerdo.
No hay nada peor que las situaciones extremas que llevan a transar con delincuentes, con secuestradores. Hemos visto imágenes entre insoportables, grotescas y dolorosas, muy dolorosas, incluso televisadas, de transacciones con gente secuestrada y secuestradores con policías en frente buscando el fin de la situación con un acuerdo dialogado, con armas apuntando, personas retenidas por criminales que concluyeron con la detonación fatal de armamentos para el rescate de las víctimas. Porque también existen las negociaciones fallidas, esas que terminan de lo peor. Transar lleva en si algo de transacción. Cómo con las monedas que son acuerdos económicos.
El mundo está lleno de entendimientos para las interrelaciones basadas en el poder, en el sostenimiento blandido de la palabra, la oral y la escrita, que son, como decía una serie filmada de malandros en Venezuela, todas documentos firmados, cuando el acuerdo se concreta. Derechos Humanos, demarcaciones territoriales, constituciones de las naciones, matrimonios, nacimientos, nacionalidades, empresas, sistemas educativos, en fin, casi todo lo que hacemos como seres gregarios está signado por la palabra y el compromiso de cumplir, cuando se cumple con ella.
Estamos en un momento crucial de la palabra. De la política como base del entendimiento. Arrebatar derechos luce fácil por incumplimiento de acuerdos, o extralimitarse de cualquier modo contra los demás. Siempre es tiempo para un buen acuerdo. Siempre es posible que la negociación fracase y se propicie un mayor acto de fuerza que desencadene una descontrolada fuerza natural de resistencia al dominio irrefrenable del otro, de los otros, por mayor fuerza. Pero nada es mejor que un buen acuerdo que permita el restablecimiento de alguna normalidad existencial para la mayoría. Por algo existen las transacciones, la palabra empeñada, las firmas. Es tiempo de re-acordar. Para la memoria. ¿Era preciso para ello llegar a los extremos? Acuerdos también son poder. ¿O no? Transar, a veces, es menos costoso. ¿No?

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