sábado 30 de agosto 2025
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Una clínica lucha por dar salud y dignidad a migrantes venezolanos sin papeles en Curazao

 

 

En una antigua casona de paredes encaladas en el barrio de Cas Chikitu, en el este de Willemstad, funciona Salú pa Tur, que en papiamento significa “salud para todos”. Es mucho más que un consultorio: es un refugio para miles de migrantes sin papeles que viven en la isla y que, de no ser por esta clínica, quedarían sin atención médica.

Por Aldrich Hermelijn | Crónicas del Caribe

Uno de esos pacientes es Jessica, una colombiana de 31 años que llegó hace un año y medio desde Barranquilla junto a su esposo y sus dos hijas, siguiendo a su madre que vive en Curazao desde hace dos décadas. Vino en busca de un mejor futuro económico. Su esposo trabaja en una empresa de soldadura y ella limpia casas entre semana. Los fines de semana cocina en un hotel.

Jessica intenta llevar una dieta saludable para controlar su diabetes: pan en el desayuno, arroz con pollo al mediodía, una manzana como merienda y poca comida en la cena. Aun así, sus niveles de azúcar en sangre siguen altos. El problema empezó nada más llegar: embarazada de su tercer hijo, acudió a una clínica privada con tarifas comerciales, pero allí su enfermedad no fue controlada correctamente. Su bebé nació sin vida, una tragedia que, según los médicos, pudo haberse evitado.

En Curazao se estima que viven unas 15.000 personas sin documentos, aunque agencias internacionales creen que la cifra real es mayor. Según ACNUR, la isla es, después de Líbano y Aruba, el lugar con más migrantes per cápita en el mundo. La mayoría proviene de Venezuela, huyendo de la crisis política y humanitaria, aunque también hay colombianos, dominicanos y haitianos.

Al carecer de estatus legal, no tienen acceso a seguros de salud ni a servicios sociales. Muchos hombres trabajan como jornaleros en la construcción, y muchas mujeres como limpiadoras o en el sector de la hostelería. Otros, en condiciones más precarias, acaban en la prostitución, a veces de forma forzada.

Fue precisamente para este sector invisible de la población que la doctora holandesa Elisa Janszen fundó Salú pa Tur en 2019, después de constatar que muchos migrantes eran detenidos y deportados sin acceso a atención médica. Hoy, la clínica cuenta con varios médicos, una matrona, enfermeras, un psicólogo y hasta una unidad móvil que recorre los barrios para llegar a quienes no pueden desplazarse.

La doctora Nathalja Knijnenburg explica que las patologías que más atienden son consecuencia directa de las duras condiciones de vida: “Vemos mucha diabetes sin controlar, hipertensión, pacientes renales y accidentes laborales como heridas profundas o esquirlas de metal en los ojos, especialmente entre hombres que trabajan en la construcción. En el caso de las mujeres, muchos de los problemas están relacionados con embarazos y partos de alto riesgo”.

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