Cuando en algún rincón de América se intenta juzgar a un líder socialista, surgen de inmediato voces que denuncian atropellos e injusticias, criticando las acciones contra figuras de izquierda que han delinquido.
Sin embargo, esas mismas voces aplauden con entusiasmo cuando la izquierda, sin pruebas sólidas, con falsos positivos y mentiras bien elaboradas, arremete contra líderes de posturas opuestas.
Analicemos casos recientes. El expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, permanece bajo arresto domiciliario con una tobillera electrónica, como si fuera un vulgar delincuente, cuando en realidad es un exmandatario.
Asimismo, como mencioné en un artículo anterior, el expresidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, enfrenta una persecución judicial implacable en su propio país.
No menos grave es el acoso constante contra el presidente de Argentina, Javier Milei, quien diariamente es blanco de las acusaciones más absurdas por parte de progresistas y socialistas de su nación.
Tampoco podemos olvidar al presidente de Ecuador, Daniel Noboa, víctima de ataques descabellados provenientes de un correísmo desesperado por recuperar el poder en el Palacio de Carondelet.
Esa misma izquierda que persigue, acosa e inventa calumnias contra sus adversarios se torna estridente y contestataria cuando uno de sus líderes enfrenta la justicia.
Sin embargo, guarda un silencio cómplice ante los atropellos en Venezuela, donde María Corina Machado y sus seguidores son perseguidos sin descanso.
Igualmente, ignora los abusos de Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Miguel Díaz-Canel en Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Esta izquierda opera como una mafia organizada, coordinándose desde plataformas como el Foro de São Paulo o el Grupo de Puebla.
La hipocresía socialista es una constante en nuestra región. Por ello, todos los sectores democráticos de América, desde Canadá hasta la Patagonia, deberían unirse para enfrentar las mentiras de la izquierda y desenmascarar su verdadera naturaleza.
Digan lo que digan, hagan lo que hagan, seguiremos adelante.
María Corina Machado continuará siendo el faro de libertad en Venezuela; Álvaro Uribe, el símbolo de los colombianos valientes que resisten a la izquierda; y Jair Bolsonaro, la prueba de que otro Brasil, no socialista, es posible.
Nadie detendrá lo inevitable: el fin de los regímenes de izquierda, que han fracasado y solo han causado daño y dolor a los pueblos que han gobernado.
Todos deben caer.
Sin más, nos leemos la próxima semana.