sábado 30 de agosto 2025
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Jonathan BenavidesOpinión

Jonathan Benavides: ¿Paz perpetua o paz posible?

Todo lo que venimos analizando sobre la guerra europea, la Guerra Fría 2.0 y otros conflictos en general, me mueve a que “juntos” reflexionemos sobre el “tipo de paz” al que podemos aspirar. Sólo las mentes afiebradas del progresismo vernáculo occidental pueden pensar en un mundo de paz perpetua. La historia de la humanidad nos enseña que tal cosa es imposible, y Kant desde la filosofía allá por el siglo XVIII nos lo legó. ¿Por qué ello es así?; por las características intrínsecamente anárquicas del mundo: no hay una autoridad capaz de mediar e imponer sus resoluciones (ONU = sello de goma); porque las Grandes Potencias, a lo largo de la historia, han buscado maximizar las capacidades de preservarse en esa condición, y ello aplica a las Potencias Medias e incluso a Potencias Menores. Ninguna potencia tiene asegurada su existencia, porque la sola existencia de los Estados implica que cada uno de ellos tiene intereses que les son propios y ellos nunca necesariamente coinciden con los de otros Estados.

En ese mundo donde existe anarquía y Estados con intereses que divergen, el único reaseguro que ellos cuentan para preservar sus intereses es el de generar fortalezas que les permitan respaldar a los mismos. Esas fortalezas están en directa relación con el tipo de potencia que esos actores tengan. Jamás ningún Estado descansa la defensa de sus intereses en la “fortaleza/virulencia” de los discursos de sus políticos. La principal fortaleza de esos Estados resulta de la combinación de sus capacidades económicas, de influencia política y militar. En tal estado de cosas, aspirar a una “paz perpetua” no es sólo una utopía sino una colosal estupidez. A lo que debe aspirar es a una paz posible. Y ella se funda en criterios realistas, no en fantasías de bares o delirios progres.

La primera preocupación debe de estar en evitar que las Grandes Potencias choquen entre sí de manera directa. Todo choque entre Grandes Potencias deriva en una guerra mundial; así lo fue antes de las Paces de Westfalia, en los tiempos de Bonaparte, en 1914 y en 1949. Como vemos, ellas han ocurrido no sólo en el Siglo XX, sino a lo largo de la historia de la humanidad, claro que en la medida de “lo que era el mundo conocido en cada época”. Esto sólo puede lograrse con dos herramientas: 1) equilibrio relativo en capacidades nucleares; 2) evitar acciones o alianzas militares en las zonas de influencia directa de una Gran Potencia por parte de otra (¿recordamos las advertencias de Henry Kissinger luego del fin de la Guerra Fría?).

Para el resto de Estados, debemos diferenciar los que tienen capacidades nucleares de los que carecen de ellas: Los que tienen capacidades nucleares, piensan en las mismas como un recurso que les asegura su existencia ante una amenaza vital, claramente esa capacidad no los coloca en condiciones de enfrentar a una Gran Potencia, pero apuestan a que su capacidad de generar daño pueda disuadir a una Gran Potencia de atacarlos o bien esa capacidad nuclear está dirigida a la región donde existen; este último caso aplica a Corea del Norte, India, Israel y Pakistán. Los que carecen de armas nucleares, en general tienen el foco de sus intereses vitales en la región donde se encuentran; si esa región es una donde otras Grandes Potencias operan, buscarán que sus capacidades militares puedan interactuar con una de las Grandes Potencias y si en un futuro la desconfianza creciera respecto a esa Gran Potencia, generar capacidades nucleares propias: Japón y Corea del Sur caen dentro de esta mirada. Los que carecen de armas nucleares y además se encuentran en zonas donde no hay una disputa abierta entre Grandes Potencias, generan capacidades militares que resulten “importantes” a nivel regional y en no pocos casos tratan que esas fuerzas tengan capacidades de interacción con las de alguna Gran Potencia; esto tanto para generar lazos de interoperabilidad como mejorar sus propias capacidades.

¿Son fuertes los incentivos para la paz en la guerra europea?

A mi juicio, los incentivos para encontrar la paz no son lo suficientemente fuertes para que alcancen la misma; Rusia puede continuar quizás hasta un año más la guerra, aun cumpliendo con la reducción del gasto militar que anunciaron para 2026. Esto porque “un colapso” ucraniano es algo que puede darse en el contexto actual, y que explicaremos en las siguientes líneas.

Trump ha sacado a EE.UU. de su condición de beligerante, en que Biden los colocó, para tomar el del “mediador por la Paz”. En ese camino hay ventajas para EE.UU. cualquiera sea el resultado de la iniciativa de paz: Si la misma se logra, sin dudas serán un logro enorme a casi nueve meses de iniciado su gobierno; si la paz no se logra, siempre podrá argumentar que hizo lo posible por ella, y su “condición de pacificador” seguirá contrastando con la muy desdichada de la administración Biden. En ambos casos, abre un camino para acercarse a Rusia y tratar de afectar el nivel de interacción entre Moscú y Beijing, que es sin dudas el aspecto estratégico clave en todo esto.

Ucrania si fracasa la iniciativa de paz, enfrentará la potencial destrucción del país. Es que EE.UU. se retiraría de su condición de beligerante y sólo entregaría armas a los socios europeos de la OTAN previo pago de las mismas; algo que Europa puede hacer, claro, pero al costo de ralentizar o detener su propio programa de Defensa. A esto hay que sumarle que el retiro de EE.UU. significa que la inteligencia que ese país puede aportar a Kiev se termina, y con ello la posibilidad ucraniana de al menos prolongar la guerra. Concretamente, ni EE.UU. o Rusia tienen incentivos “decisivos” para terminar la guerra y ambos tienen alternativas a la continuidad de la misma, con la ventaja que entre ellos se restablezca una interacción que es vital para dos Grandes Potencias y sus intereses globales.

 

@J__Benavides

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