Un estudio de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, reveló que la inflamación crónica asociada al envejecimiento, conocida como inflammaging, es un proceso que depende de factores sociales, culturales y ambientales y puede prevenirse.
La investigación liderada por Alan Cohen se publicó en la revista científica Nature, junto con las conclusiones que sugieren que este fenómeno no es un rasgo global propio del envejecimiento, sino que es provocado por agentes externos o hábitos de vida.
Para llegar a esa hipótesis, el equipo de científicos analizó datos de cuatro grupos poblacionales con la finalidad de entender cómo el entorno afecta los patrones de inflamación en las personas.
Dos de estos grupos provenían de sociedades urbanas o industrializadas, específicamente de participantes del estudio italiano InCHIANTI y del Estudio Longitudinal sobre el Envejecimiento de Singapur (SLAS).
Los otros dos conjuntos pertenecían a comunidades indígenas: los Tsimane de la Amazonía boliviana y los Orang Asli de Malasia.

Resultados del estudio sobre el inflammaging
Los resultados se obtuvieron a partir de la medición de 19 citoquinas, que son las moléculas del organismo que regulan el proceso de inflamación natural. Estas mostraron diferencias en las poblaciones industrializadas, ya que los niveles aumentaban con la edad y se relacionaban con enfermedades crónicas como la diabetes, afecciones renales y problemas cardíacos.
Mientras que en las comunidades indígenas, la inflamación tendía a ser estable e incluso más lenta con el paso de los años.
Estos hallazgos llevaron a los expertos a concluir que el inflammaging podría ser una consecuencia de los estilos de vida industrializados y no un rasgo biológico inevitable del envejecimiento.
“La inflamación, y quizás otros mecanismos de envejecimiento, pueden depender en gran medida del contexto en el que se desarrolle una persona”, señaló el principal autor de la investigación.
Cohen añadió que elementos como la dieta, la actividad física y las infecciones pueden influir en el envejecimiento del sistema inmunitario, y al comprender estas interacciones se podrían desarrollar estrategias de salud más efectivas que alarguen la vida.

El modelo de las “Zonas Azules”
Una investigación sobre las llamadas “Zonas Azules” se mencionó en el estudio de la Universidad de Columbia, debido a que en estas áreas geográficas los habitantes alcanzan más longevidad y mantienen un alto grado de autonomía en la tercera edad.
A diferencia de algunas sociedades industrializadas, el estimado de años de vida de una persona en estas zonas no está ligada a altos ingresos o sistemas de salud avanzados, sino a estilos y hábitos específicos.
Estas son las cinco zonas azules reconocidas:
– Barbagia (Cerdeña, Italia)
– Península de Nicoya (Costa Rica)
– Isla de Icaria (Grecia)
– Okinawa (Japón)
– Loma Linda (California, Estados Unidos).

Los expertos estiman que aproximadamente el 80 % de la longevidad de los habitantes en las “Zonas Azules” se debe a factores ambientales y de comportamiento, mientras que solo el 20 % se atribuye a la genética.
El estudio reveló los factores de estilo de vida que comparten estas poblaciones:
– Actividad física diaria.
– Propósito o razón para vivir definido.
– Rutinas para reducir la tensión cotidiana.
– Alimentación basada en plantas, legumbres, carnes blancas, bajo consumo calórico y de alcohol.
– Socialización constante.
Para los investigadores, el estudio de estos patrones de longevidad ofrece un modelo de envejecimiento saludable que podría evitar el inflammaging, la aparición de enfermedades relacionadas con la edad y el deterioro cognitivo, con el objetivo de mejorar la calidad de vida en la vejez.
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