
Nicola Stocken
«Tienen cinco horas antes de que les volemos la cabeza».
Por: BBC
Eso les anunciaron a los británicos Tom Hart Dyke y Paul Winder un día hace 25 años, en medio de la selva en Colombia.
Había llegado el momento que temieron durante tres meses en cautiverio: el posible fin de sus vidas.
Paul, un banquero mercantil de 29 años que estaba en un año sabático y había viajado extensamente por África y el sudeste asiático, se puso a rezar.
Tom, quien tenía 24 años y había pasado los últimos dos recorriendo el mundo en busca de plantas, tomó el diario que había mantenido en secreto de sus captores y se puso a dibujar.
«Comencé a garabatear un jardín. Mi esperanza era la vegetación».
Era, además, su pasión.
Planeó llenar el jardín amurallado de su casa en Inglaterra con las plantas que había encontrado en sus viajes.
Ideó su diseño, e imaginó el futuro que aparentemente no iba a ver.
«Pensé: haré un mini mapa del mundo en el terreno, y en cada región sembraré las semillas que he ido enviando a casa».
Y de repente, así nomás, hubo un cambio de las personas a cargo del grupo que los mantenía cautivos y se retiró la amenaza de muerte inmediata.
El peligro seguía presente, pero Tom había descubierto un lugar al cual retirarse en momentos difíciles.
Cada vez que necesitaba escapar, se transportaba a su jardín imaginario, y cuidaba no solo las plantas sino también su estado mental.
Pero si bien era cierto que su pasión lo estaba salvando, también fue por ella que había terminado en esa situación.
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